Llevaba mucho tiempo posponiendo el momento de empezar a leer a Mariana Enríquez, no sé si por respeto a una figura de tanta importancia en la literatura contemporánea o por miedo a que no me gustase. Quizá era el vértigo de las expectativas. 'Nuestra parte de noche' lo ha superado todo con creces.
Ya desde la forma se puede observar que se trata de una obra maestra, con una estructura temporal confusa, que avanza y retrocede años sin una lógica identificable mientras intercala puntos de vista, diálogos en estilo directo e indirecto o incluso enfoques narrativos diferentes con una brillantez que, honestamente, se escapa de mi comprensión. Con el libro recién terminado, echo la vista atrás y me parece inexplicable que una estructura así funcione de la forma en que lo hace.
'Nuestra parte de noche' es un relato sobre el precio del poder; pero no en abstracto, sino enmarcado en una sociedad cuyos cimientos están podridos por el desigual reparto de los recursos y en la que, además, quienes se encuentran en el vértice superior de la pirámide viven con el único propósito de acumular más y más privilegios. Cueste lo que cueste. Y ahí pone el ojo Enríquez, en lo que cuesta, que es muchísimo, todo, pero es un precio que siempre pagan las de abajo.
De hecho, en la narración opera una suerte de división de clase, sutil pero omnipresente, que articula la existencia de dos tonos radicalmente opuestos: una brutalidad inhumana, cruda y sanguinaria en los poderosos, y una ternura delicada, una entrega fiel, paciente e incondicional en las clases trabajadoras. Mercedes y Luis, respectivamente, son los personajes paradigmáticos de cada uno de ellos. Juan, el que encarna la combinación de ambos mundos. Y Gaspar... Gaspar lo es todo en esta novela. En Gaspar está la huella del terror experimentado por su padre, y esa presencia terrible sirve para elevar infinitamente, por contraste, la intensidad del amor que le rodea, como un escudo protector contra un pasado que amenaza con volver y mancharlo todo con la ambición criminal, de nuevo, de los poderosos.
Según escribo esta reseña me doy cuenta de que la historia que quiere contar Mariana Enríquez quizá no sea más -ni menos- que ese retrato de la violencia con la que unos pocos pisotean al resto para mantener su posición y cómo las mayorías pisoteadas tratan de vivir con la mayor dignidad posible.
Los elementos fantásticos de terror son un recurso perfecto cuando se trata de representar una maldad tan difícil de aprehender, más en un sistema que no solo la oculta, sino que la convierte en una aspiración. La explotación, el expolio o la deshumanización están ahí, qué duda cabe, pero los poderes de la Oscuridad sirven para hacer más identificable esa crueldad profunda, inabarcable.